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jueves, 19 de diciembre de 2013

Izanagi e Izanami III: Los hijos de Izanagi: Amaterasu, Susano y Tsukuyomi



Al tiempo de fallecer Izanami, Izanagi no dejaba de lamentarse y de añorarla hasta cierto momento en que decidió ir a visitarla al Yomi ( Pais de las Tinieblas o Tierra de la oscuridad ). Caundo descendió al País de las tinieblas, de inmediato vio el palacio donde se encontraba su mujer. Izanami abrió la puerta y se encontró a su esposo pidiéndole regresar para terminar de construir el país terrenal. Ella se negó pues afirmaba que había comido los frutos de esa tierra 1  Se dio la vuelta Izanami y le pidió a su esposo que se marchase y que no la siguiera ya que iba a consultar a los dioses de las tinieblas si podía marcharse. Izanagi lleno de curiosidad y rabia al ver que podría perder a su esposa cogió uno de los dientes de la peineta  que sujetaba su gran melena y le prendió fuego para alumbrarse 2

Con la sala iluminada pudo ver con claridad el rostro putrefacto de Izanami así como de todas partes de su cuero expedían truenos negros (en realidad se refiere a serpientes que viven en lugares oscuros y húmedos) y gusanos con lo que Izanagi quedó aterrado y echó a correr. Mientras huía esuchó entre sollozos a Izanami decir que la había ofendido y llamó a las Furias (o Shikomé, eran hembras de gran fealdad) para capturarlo. El dios tiró el lazo que sujetaba su cabello que se transformó en uvas las cuales fueron devoradas por las furias que se detuvieron antes los frutos. Fueron enviados contra él los truenos negros  y soldados que fueron repelidos por la espada de Izanagi que escapaba hasta encontrar tres melocotones lo cuales fueron lanzados e hicieron detener a los truenos y los soldados. Izanami decidió ser ella quien lo detuviera. Corrió furiosa tras Izanagi pero éste ya se encontraba en la cuesta Yomo-tsu-hira que hace de frontera del mundo de los vivos y los muertos (situado en la región de Izumo) donde colocó una enorme roca que sólo mil hombres podrían mover para protegerse y bloquear la salida al mundo de los vivos. En la otra parte de la roca  Izanami exclamó:

-“¡A partir de ahora haré que mueran cada día un millar de los vasallos de tu reino!”
A lo que el dios replicó: -“¡Pues yo daré nacimiento a mil quinientos cada día!” 3 

Entonces Izanagi volvió al mundo de los vivos y se dirigió hasta el curso medio del río Tachibana a purificarse de la oscuridad que aún quedaba en sus ropas y cuerpo. A medida que se desvestía e iba realizando el ritual de purificación con agua del rio, daba nacimiento a una gran cantidad de dioses. Fue al introducir su cara en el agua cuando nacen tres dioses de gran importancia para la historia y la mitología japonesa.

-Al lavarse el ojo izquierdo apareció su augusta hija Ama-terasu-ou-mi-kami, (Amaterasu)
-Al lavar su ojo derecho apareció el augusto hijo Tsuku-yomi-no-mikoto (Tsukuyomi o Tsukiyami)
-Finalmente, al lavar su nariz apareció su augusto hijo Take-haya-susa-no-ou-no-mikoto (Susanowo o Susano’o)

Izanagi cogió un collar de cuentas que agitó y dio a Amaterasu con las siguientes palabras:
-“Tú gobernarás el Altiplano del Cielo”

Se dirigió a  Tsukuyomi: -“Tú gobernarás el mundo de la noche”, se dirigió a Susano: -“Tú gobernarás el ancho mundo de los mares”

1    Se debe a una antigua creencia en la que si comes de algún sitio o con alguien ya perteneces a ese lugar.

2   Según Anesaki, encendió una antorcha pero creo que es más conveniente pensar en la peineta ya que es un recurso utilizado más de una vez.
 
3   Mediante esta discusión se pretende dar una explicación a la demografía en Japón.

 Esta será la última entrada durante mucho tiempo, seguramente hasta el 23 de Enero porque un servidor ha recibido sus "vacaciones" en las cuales tiene que estudiar para los exámenes de la universidad. Espero que os haya gustado.
                                                          
                                                      FELIZ NAVIDAD

Bibliografía:
Rubio, C., Tani Moratalla, R., Kojiki, cronicas de hechos antiguos de Japón, Madrid, 2008, pp. 62-68.

Anesaki, M., Mitología japonesa, Edicomunicación, Barcelona, 1996, pp. 27-29.

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